La mala formación y colocación de los dientes (maloclusión) se debe en la mayoría de los casos malos hábitos empleados durante la infancia (chupar dedo, usar biberón o chupete durante mucho tiempo, presionar los dientes con la lengua…) o a problemas hereditarios, lo cual puede significar que la afección se transmite de padres a hijos. Esta primera etapa es muy importante para la formación de los dientes permanentes.
Se puede definir la oclusión como la mordida habitual de una persona.
La oclusión ideal se presenta cuando los dientes superiores encajan correctamente sobre los inferiores. La función de los dientes superiores es impedir que labios y mejillas sean mordidos mientras los dientes inferiores van a proteger la lengua.
La oclusión dental defectuosa o maloclusión se produce cuando existe un desequilibrio funcional entre el maxilar superior y el inferior a nivel dental y/o esquelético.
Puede estar provocada por:
Esta incorrecta alineación dental puede producirse también incluso después de la erupción de los dientes definitivos debido a que la posición de los dientes sobre los maxilares no es estática dado que los dientes están sujetos al hueso maxilar por fibras elásticas cortas de la membrana periodontal. Como consecuencia, la pérdida de una pieza dental, por ejemplo, puede provocar que los dientes adyacentes se inclinen hacia el espacio vacío además de que el diente del maxilar opuesto continúe su crecimiento en dicho espacio. Por lo general cada diente está protegido por dientes vecinos y opuestos que permiten igualar fuerzas de la movilidad y evitar desplazamientos de su posición. Cuando existe cualquier anomalía de tipo dental o facial (esquelética), son los ortodoncistas, especialistas que tras un diagnóstico preciso, previenen y tratan hasta conseguir que los dientes recuperen su correcta posición.
Por todo esto, es de vital importancia acudir al especialista desde edades muy tempranas en las que el tratamiento será más efectivo, más rápido y de fácil solución.